Después del extraño encuentro con la mujer, Yasuo salió de la tienda decidido
a llegar al cuartel general que se hallaba en la punta de la montaña sin
esperar la gran sorpresa que le esperaba: soldados noxianos rodeaban el
edificio impidiendo su objetivo. El aire empezó a sentirse pesado, como si el
odio de todo Noxus se transformara en una especie de aura oscura que motivaba a
los militares a enfrentarse al espadachín, entonces se dio cuenta de un
individuo que salía de la multitud destacando como nadie lo había hecho. Con su
uniforme oscuro y su cabello gris, el misterioso hombre se acercó lentamente a
Yasuo, cada paso que daba generaba una oscuridad aún mayor alrededor de él, el
aire ya era muy denso haciendo que el guerrero se sintiera más presionado,
podía ver los ojos del temible estratega completamente rojos como si algo malo habitara
dentro de él. Poco a poco el temblor aparecía en el infiltrado de manera
inevitable, sabía que esta situación era de vida o muerte.
-¿Qué me trajeron los cuervos?- dijo Swain mirando al joniano,
inexpresivo- No sé porque has venido aquí, pero en este lugar odiamos a los
invasores. Ahora entrégate, o me encargaré personalmente.
Un frío atroz recorrió la espalda del espadachín, sus extremidades
dejaron de responderle y lo único que podía hacer era observar la muerte yendo
tras él, entonces muchos recuerdos invadieron su mente, la niñez y adolescencia
pasaban rápidamente por su cabeza, y cuando por fin llegó al incidente que
cambió su vida, encontró una respuesta. No podía morir, no todavía, al menos
hasta que cumpliera con la promesa que le hizo a su hermano. Se armó de valor y
con una confianza restaurada, sacó su espada de la funda, apuntando al gran
general noxiano.
-Nunca pude quedarme en un sólo lugar,- dijo Yasuo con mirada combativa-
ahora ven, mi espada quiere conocerte.
Justo acabando esas palabras, Yasuo corrió hacia el general y cuando lo
tuvo al alcance movió su espada en un ángulo inclinado de arriba a abajo, pero
algo extraño pasó, un brazo completamente rojo estaba bloqueando su ataque. Sin
pensarlo, el guerrero retrocedió, había subestimado al enemigo, y no solo eso,
sentía un dolor leve en la cara, la sangre le brotaba de una pequeña cortada
por debajo del ojo. Puso su atención en la extremidad de Swain, este mostraba
las garras de su mano izquierda, y en
una de ellas goteaba algo rojo. Ni siquiera se enteró del contraataque.
-¿Aún te atreves a desafiarme?-dijo Swain, burlándose.
Yasuo lo miró con entusiasmo.
-Hay cosas que nunca aburren, y una de ellas es una buena pelea-
admitió.
Segundos después, los dos combatientes avanzaron sin temor, Swain intentó
cortarle los ojos pero Yasuo se lo impedía con dificultad, éste contraatacó rápidamente
hiriendo al general en el brazo derecho, pero la herida sanó al instante. Mientras
tanto, la multitud aclamaba fuertemente en favor de su líder sin adentrarse en
la batalla, no por querer ser espectadores, sino porque sabían de lo peligroso
que era acercarse.
Algo dentro del joniano le decía que si seguía a ese ritmo, terminaría
por ser derrotado. Después de un largo intercambio de movimientos
ofensivos-defensivos, el samurái intento retroceder sin éxito pues el militar
era una fuerza inagotable de poder, entonces Yasuo apuntó con su espada al
contrincante y comenzó a moverla en círculos creando un fuerte remolino que
obligó al noxiano a alejarse.
El espadachín tuvo unos segundos de descanso, cerró los ojos por un
momento y Swain aprovechó para acercarse, sus garras apuntaban al corazón, pero
algo había pasado, una ráfaga levantó con increíble fuerza al general.
-¡Sorye ge ton!- gritó Yasuo ya estando
por encima del militar.
Solo él mismo dueño de la técnica percibió la velocidad con la que
lanzaba sus ataques, en tan solo un segundo le había llegado a dar seis cortes
consecutivos, todos mortales. Tras el fulminante ataque, Swain se encontraba en
el suelo destruido, mostraba heridas profundas por todo el cuerpo,
especialmente en el cuello y el pecho. El ruido del público cambió por un
silencio unánime, no podían creer la escena presenciada. Yasuo observó a la
multitud.
-Bien ¿Quién sigue?-
Recuperados de la sorpresa, los soldados corrieron hacia el enemigo
creyendo poder aprovechar el agotamiento del samurái. Sin embargo, un
movimiento irregular los detuvo al instante. La garra de cuervo del militar se
había levantado, aquella transformación desaparecía hasta regresar a su forma
original. Swain se levantó, su mirada había cambiado totalmente, de una
inexpresividad tranquila a un enojo tan brutal que pareciera que le arrancaría
la cara en cualquier momento.
-Voy a ser sincero, no esperé que fueras tan molesto.- Un aura espesa
emanaba del militar- El juego ha terminado.
Poco a poco las heridas desaparecían y daban lugar a un extraño color
rojo que adornaba el traje del general, pero lo más llamativo eran esas
extrañas alas oscuras que emergían de su espalda y le daban el aspecto de un
demonio. Yasuo sabía que enfrentarse a él significaría una muerte segura, lo
único que podía hacer era escapar, no podía morir hasta cumplir su objetivo
pasara lo que pasara. Sin embargo, las piernas no le respondían, no podía
imaginar que en el peor momento su fuerza se terminaría.
Swain se acercó lentamente, su poder le permitía absorber la energía de
cualquiera que se le acercase. Al estar frente a frente con el espadachín, se
mofó.
-Esta ni siquiera es mi forma final.
Yasuo se limitó a observarlo, no podía hacer nada contra él en ese
momento.
-¡Hasta nunca!- gritó Swain.
De un instante a otro, el silencio reinó.