Qué tal, soy yo, el protagonista quien te saluda alegremente. En esta tierra tan extraña a la que llamo queridamente como mi lugar de libertad te presentaré los sucesos que me convirtieron en lo que soy actualmente. Te preguntaras “¿A mí que carajo me importa tu vida?” Bueno, verás, hay una pequeña particularidad que me hace muy diferente del resto. No, no tengo un superpoder, no soy fundador de ninguna empresa importante ni tampoco soy un superdotado que le gusta innovar con tal de mejorar el futuro de todos.
Mi cualidad viene del querer
disfrutar la vida. Así es, tengo un niño interior que me dice que haga lo que
me gusta, que olvide las maldades de la gente, que no piense en un futuro
preocupante, que no me avergüenze ser como soy, que no olvide mi pasado para
vivir el presente.
Ven, imaginame como tú
quieras, alto, flaco, gordo, guapo, feo, no importa, lo que sí quiero que hagas
es que te fijes en mí como un amigo muy cercano. Imaginame a lado tuyo mientras
me haces un lugar para poner mi silla invisible (realmente cómoda, por cierto).
Miras mi bolsillo y ves que tiene una forma extraña. Con una sonrisa sincera
meto mi mano en el bolsillo, segundos después lo pongo en frente de ti con la
palma cerrada. ¿Puedes adivinar qué es? Mientras piensas cuidadosamente, un
extraño brillo sale del puño como si de un hada se tratara.
Por alguna razón esa luminosidad
te trae una calidez extraña, como si llevaras tiempo sin sentirla. Abro la mano,
y sin aviso previo una de tus lágrimas cae por la mejilla. Es tu juguete
favorito, el que te trajo los mejores recuerdos de tu niñez, aquel que te
regaló amistades tan hermosas y sin compromiso, el mismo que te rompió el alma
cuando su calidad ya no le dio para más. No es solo un juguete, es la
representación de los momentos más felices de tu vida.
Cuidadosamente levantas tu
mano mientras esperas poder tomar aquel recuerdo tan abandonado. Su calidez te
hace sentir esa conexión con tu pasado, como si intentara forzosamente entrar a
tu interior. Y como si un espejo fuera, logras ver tu nostalgia, adolorida
porque simplemente las cosas no pueden ser como antes. Tu familia está ahí, cuidándote
mientras te diviertes con tus nuevos amigos. Te ves a ti mismo de niño, estás
llorando por un regaño que cambió tu vida, y ahora que pasó tanto tiempo te das
cuenta que fue por tu bien.
Empiezas a ver borroso, pero
sabes que no es ningún problema visual, escuchas una voz, parece realmente
triste, entonces me observas. No soy yo, no puedo llorar. Saco un espejo de
bolsillo y te lo entrego. Entonces te das cuenta de que la persona que llora no
es más que tú mismo, arrepentido.
Te preguntas “¿Por qué
arrepentido?” Bueno, eso es porque olvidaste ser tú mismo. Estiro mis brazos
mientras te pido una segunda oportunidad. Con tus ojos liberando aquellas
lagrimas profundas apenas puedes lograr verme con claridad, pero eso no
importa, porque al final lograste reconocerme. Rápidamente te aferras a mí, mientras
gritas lo único que quería escuchar: “Quédate
conmigo”.
Nunca te dejé, a pesar de
que me olvidaste por tanto tiempo, yo siempre te estuve esperando. Te miré a
los ojos, y tú miraste los míos, por última vez viste mi sonrisa, más
resplandeciente que nunca. Entonces desaparecí, solo para rellenar el hueco que
tanto te molestaba.
Gracias
por darme una segunda oportunidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario